Lunas de Octubre-Fragmento-
..levanta los brazos. Intenta tocarlo. Le corre agua
por todo los rincones. Fría. Congelante. Su espalda sumergida. Manos como delfines por su cuerpo, calentando lo poco que aún le queda de razón. Quiere abrir los ojos. Otra bocanada de agua le moja la cara. La delicia del agua sobre su rostro, el dolor frío punzándole la piel. Ropas mojadas que comienzan a hundirla, unas manos la sostienen. Manos que la tocan con lujuria, llamarada de pasión e
n medio de aquel congelador de río. El cuerpo le tirita, mezcla del orgasmo que sufre y la baja temperatura de su piel. Siente sus piernas, lejanas, amazonas perdidas en el desierto de agua. Entumidas. Ardientes por dentro. Las cierra alrededor de su cintura. Lo atrae hacia ella. Sus sexos chocan por encima de las vestimentas. La líbido se propaga in
tensamente. Choque
eléctrico escarabajeando por el agua. Lo encarcela con sus piernas. Escucha mariposas gritando en los arbustos. Una escapada más de agua le baja por el rostro. Fría. Helada. Luego unos labios se apoderan de los suyos. Calientes. Traviesos. Después más frío. Más calor. La mezcla se torna insoportable. Su cuerpo vuelve a tiritar. Esta
vez el orgasmo es mayor. Su vagina
se contrae rítmicamente, danzando en un ritual de cortejo. Seduciendo a su contraparte, su complemento fálico. Es
tira los brazos para tocarlo. Ya no lo encuentra. Siente unas manos separando sus piernas. Luego un rostro besando sus muslos. Al final una lengua de fuego invadien
do su intimidad. Su cuerpo quemante es una balsa en llamas, navegando impetuosa sobre el Río Estigia. Donde el dolor de la muerte es tan intensamente frío que le yaga la espalda. Le entumece las piernas. Balsa sin velas flotando a la deriva. Presa erótica de una lengua que la posee. Que la determina. Que le provoca más espasmos violentos. Sus pezones como a
nclas tiradas al cielo, erectos, sollozantes, buscando un punto d
e anclaje que la saque del fondo. Que la devuelva de ese mundo de sensaciones contradictorias. Escucha mariposas besándose en los arbustos. Intenta abrir los ojos. El a
gua le calla la mente una vez más. Se abandona a su p
ropio placer. Se toca los pezones ancla. Aprisiona con sus muslos el rostro quemante que le erotiza la entrepierna. Sumerge su rostro. Se evade, como delfín ansioso. Danza con su propio placer. Se le congelan el pelo. Los labios le hieren. Pero el calor de su sexo la mantiene en el fondo del río. Se derrite, se imagina besando sirenas, sintiendo sus pechos, lamiendo sus pezones. Escucha mariposas desnudándose en los arbustos. Por fin abre los ojos. Lo ve. Desnudo frente a ella. Neptuno en traje humano, ojos negros de deseo. Piel mojada angelical. Líquidos le corren por el cuerpo. Las gotas heladas le cuentan historias de muertes. De pasiones. De miles de almas que deambulan por este río, sueño de Dante. Cierra los ojos. Entumida. Solo la visión de su amante, neptuno erotizado, le permite recordar la excitación de su cuerpo interno. Abre las piernas ofreciéndole la flor de su sexo. La totalidad de su ser. El agua helada la toma primero. La penetra. Su cuerpo es nuevamente una barca a la deriva. El agua es furiosa tempestad invadiéndola. Acariciando los rincones de su interna devoción. Se sumerge de nuevo en este río de muerte. Sabor a hielo. Tiene encuentros apasionados con almas de otros tiempos, Corrientes que acarician su cuerpo, que pervierten el color azabache de su cabello, que exulceran su espalda. Oye mariposas tocándose en los arbustos. Es penetrada. Dulcemente salvaje. Sagrada unión de jaguar
y colibrí. Tenazas en sus pechos. Dientes en sus pezones anclas al cielo. Poseída en concierto de mares mil. De mil actuaciones, cientos de amantes. Su hom
bre posee su intimidad, indómito, mientras el río la posee por cada uno de sus orificios naturales. Se mueve. Serpiente de s
angre fría. Se deja violentar y p
ide más. Siente el roce en su clítoris y aprieta con dulzura a su tierno visitante. Con gemidos de voces de mil muertes es penetrada en sus oídos. Su boca es mar de esperma para un río que no deja de pedir más. Sus ojos que no miran, que no hab
lan, solo ven miles de cuerpos sin vida, insaciables. Jazmines en su respiración, dulce aroma de amantes gemelos, olvidados en su tumba. Sus nalgas, antesala de una penetración que es un festín de perversión. Escucha mariposas gimiendo en los arbustos. Siente nuevos labios sobre los suyos. Bajo del agua. Labios vivos, calientes. Los cuerpos del Río Estigia la abandonan,
corriendo corriente abajo. Estira los brazos para tocarlo. Por fin lo encuentra. Siente su pecho cálido, su espalda de mármol, sus brazos en columnas. La barca que invade su i
nti
midad, que nunca ha dejado de sentir, se transforma en un huracán que se lleva todo a su paso. Incluyendo sus temores, sus dolores y la heladez de su piel. Su lengua fría, poseída, sus labios violados, sus ojos penetrados, su nariz pervertida y su ano sodomizado, todo vuelve a ser virgen para él. Para sus besos. Sus palabras. Su presencia. Su aroma. Sus dedos. Oye mariposas en orgasmo en los arbustos. Lo acaricia con sus pechos, le pide que se entierre más, hasta el fondo. Sin misericordia. Donde sólo él es dueño de todo. Donde no hay más cicatrices que las que él ha dejado. Donde todo es él y Ella es nada. La humedad intensa provoca que los sonidos del sexo sean concierto de poesía. Se viene de nuevo. Se va. Se re
gresa. Se vuelve a venir. Aprieta a su mach
o en su interior. Siente espasmos. Pide más. Se viene otra vez. Siente su semen caliente derramarse en su interior. Se viene una vez más. Labios hú
medos sobre los suyos. Las lágrimas aparecen en sus ojos. Oye mariposas d
urmiendo en los arbustos. Envuelve su cuerpo con sus manos y piernas. Lo aprisiona para siempre. Por esta eternidad.
-Novish-
Soundtrack recomendado: Dead Can Dance -Cantara-
Pd.
Jicaro, mi estimado adorador del Chuck Norris, hay que leer de todo, desde los "clasicos" (las comillas se ponene con toda alevosía para resaltar la arbitrariedad del término) hasta la literatura popular como la sensacional de traileros. Digo, si no ¿Como vamos a saber que nos gusta, y por lo tanto que es bueno, si no probamos de todo? Es como casarse conla primera novia que tiene uno! nunca jamas! siempre hay que v
er que mas hay en el menu, ordenar varias cosas y, literalmente, picar varios platillos para ver cual tiene mejor sabor. Ademas ¿Quién sería yo para recomendarle alguna lectura? Sin embargo le diré que los unicos libros que estan siempre en mi mesa de noche y los cuales leo una y otra vez son:
Los Relampagos de Agosto de Jorge Ibarguengoitia,
El Perfume de Patrick Suskind,
Las Flores del Mal de Baudeliere,
Ernesto Guevara mejor conocido como el CHE de Paco Ignacio Taibo II y
Asi Hablaba Zaratustra de Nietzsche.
Pd2
... y yo bailaré desnudo...