Tuesday, July 01, 2008

NEW'S DIVINE

La verdad es que he estado completamente indignado las ultimas dos semanas por causa de este acontecimiento. Llevaba dias queriendo escribir algo al respecto pero no me salían las palabras.
Por ahí me encontré este articulo de Ricardo Rocha, a quien por cierto hacia ya tiempo que le habia perdido el rastro y la fe periodística. Sin embargo, con este excelente escrito Rocha nos esta quitando a muchos las palabras de la boca...


Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
26 de junio de 2008

¡Despiértate, Gabriela!

Alguien te explica: el jefe del operativo no calculó bien; no le alcanzó con un camión y ordenó entonces tapar la salida

Se oye la voz desgarrada de la madre levantando la cabeza de su hija cuando ya todo es inútil. Gabriela está muerta, por la asfixia y el aplastamiento brutal de vísceras.

Ella y otros hombres, mujeres y niños han sido puestos así, unos junto a otros sobre la inclemencia del asfalto. Con los brazos en cruz y los ojos vueltos al cielo; sin una gota de sangre, sin ningún golpe visible, sin herida alguna; nada que siquiera insinúe la muerte. Como si estuvieran dormidos. Por eso no parecen muertos. A menos que el absurdo sea también un asesino. Un criminal que ha dejado una decena de muñecos rotos.

Todo comienza como a las cinco y media del viernes en una tardeada chingona del New’s Divine en la Nueva Atzacoalco. Bien chira y bien baras, de a 30 por cabeza. En la primera toma se ven llegando los camiones que traen unos 40 policías. Hay como 200 chavos y chavas en la cola, pero unos 500 ya adentro. Y eso que está bien chiquito, si nomás caben 100. Corte y luego ves cómo la tira se mete al lugar y una voz en el sonido del antro: “Vamos a desalojar en calma”. La cámara comienza a revelar el interior y te das cuenta de que aquello ya de por sí está atiborrado. Prácticamente unos sobre otros. Y que aquí la pobreza se disfraza con playeras pirata de Dolce & Gabbana. Luego la cámara te muestra el embudo de la única puerta del antro. Aun así, comienza el desalojo pacíficamente y ahí van en fila hacia fuera. Hasta que ves que algunos policías se plantan enfrente y de pronto ya no dejan salir a nadie. Todavía hay sonrisas en aquellos rostros infantiles porque aún estamos en el desmadre.

Pero pasan largos los minutos y la angustia comienza. Todos quieren salir al mismo tiempo y ya no es posible. La presión es aplastante y el embudo se convierte en trampa mortal. El sudor baña los cuerpos y el griterío se hace insoportable. Ya no es un juego. Es la muerte que empieza a llevarse a uno por uno. Así el pedacito de cielo divertido que era el New’s Divine se convierte en un infierno en la Tierra. Y no puedes creer lo que ven tus ojos.

La respuesta está en un segundo video: absurda, inconcebible y fatalmente ridícula. Alguien dio la orden de que unos 20 policías taponearan la puerta desde fuera. Y ahí están: obedientes, irracionales, autómatas, pujando en un triple semicírculo y resistiendo la embestida desesperada de los que intentan la huida. Alguien te explica entonces aquella escena inaudita: lo que pasa es que el jefe del operativo no calculó bien. Y como se trataba de agarrar a los dueños y a los chavos in fraganti y llevárselos al Consejo de Menores no le alcanzó con un camión y ordenó entonces el taponamiento criminal mientras conseguían otros camiones. Así de simple. Así de estúpido.
Lo que sigue es la locura en medio del escándalo del caos de sirenas, gritos, llantos y voces discordantes mientras la cámara busca, capta, se espanta y se va a otra parte, como si se negara a registrar lo que está pasando. Es cuando empiezan a traerlos como niños dormidos y desmadejados y los van alineando uno tras otro. Y termina al fin el video, cuando ya no puedes más.

Y comienzan entonces tus preguntas sobre las causas profundas de la tragedia. Y las respuestas que nos deben las autoridades del DF sobre los responsables por negligencia, comisión u omisión y la red de complicidades corruptas que permiten estos negocios criminales. Lo único que no quieres ni puedes admitir es el falso dolor interesado y oportunista de quienes jamás han llorado por un pobre y ahora, otra vez, pretenden engañarte.