Wednesday, March 02, 2011

XVI
Dentro de la regadera. Completamente empapados. Con la ropa aún puesta. ¿Donde fue que nació esta idea loca? ¿Fueron acaso tus ganas de que lloviera mientras cenábamos en a la luz de la luna? ¿O fue quizás mi deseo de ver tu cuerpo mojado mientras bebíamos vino tinto? Quizás nació cuando bailábamos lentamente, los cuerpos pegadísimos, en la azotea de tu departamento. No lo sabemos a ciencia cierta, tan solo recordamos una caminata larga para llegar a tu departamento, una platica sin parar, como siempre nos pasa, con miles de temas que a veces no tienen interconexión, una platica envuelta de miradas de deseo y sonrisas llenas de picardía. Una caminata en la que el “ojala lloviera en este momento” se escucho mas de tres veces. Una plática donde no fue necesario tomarnos de las manos para saber que éramos el uno del otro. Una caminata que parecía terminar en la puerta de tu departamento y que sin embargo se prolongo, sin palabras con sonrisas tan solo, hasta entrar en la regadera. Las miradas cómplices, las sonrisas traviesas cuando abriste la llave del agua. El gemido de placer entrecortado cuando la primera ráfaga de agua helada nos baño los rostros. El sentir como poco a poco la humedad nos penetraba las vestimentas. Ese sentir pesado que cuelga la ropa, esas ganas de desprendérselas. La temperatura del agua que iba en aumento, ¿o eran acaso nuestros cuerpos los que comenzaban a arder? Las palabras que se escapan completamente. Tu mirada en la mía. Tus labios tan cerca. El agua que te escurre por el rostro. Las ganas, las malditas ganas. El tomarte de la cintura y atraerte hacia mí. El que se sienta todo tan natural, tan destinado a que suceda. Tus labios sabor a agua, tu lengua sabor saliva de vino tinto (¿o era tequila?). Tus dientes en mi labio inferior. Mis manos en tu cadera. Tus manos desgarrando los botones de mi camisa. Mis manos liberándote de tu blusa. Tus labios en mi pecho. Mis manos batallando con el cierre de tus jeans. Tus uñas en mi espalda. Mi lengua en tu pecho. Tu voz en mis oídos: “hazme el amor, por favor, hazme tuya ya.” Mis dientes quitando, lentamente, tus tangas. El agua que nos recorre completos y desnudos. Cuerpos que en lugar de resbalarse se funden uno con el otro. Tus piernas alrededor de mi cintura, mis manos en tus nalgas. Tus manos alrededor de mi cuello, mis piernas empujándote contra la pared. Nuestros ojos que nunca se cierran, que se miran, que se adorna, que quieren a prenderse cada momento de la primera vez que se pertenecieron.

1 comment:

Damné Jesús Pérez Irigoyen said...

En donde se había metido mi estimado Ivanovish..

Es bueno volver a leer sus letras.

Saludos!

- Damné Jesús (El Jicarin)